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Con tres heridas

La verdadera poesía consigue sintetizar, a veces con suma simpleza, los grandes aspectos de la naturaleza humana y no humana. Se puede ser grandilocuente, prolijo y complejo; para gustos nada está dicho. Sin embargo, muchos de los poetas más sobresalientes de la historia de la literatura han conseguido cristalizar conceptos elevados en palabras sencillas.

Hoy me conmovieron —como tantas ocasiones lo han hecho ya en otras épocas de mi vida— unas líneas  de Miguel Hernández; no es infrecuente que la poesía te golpee con su belleza, no importa cuántas veces la hayas leído previamente. Sucede incluso cuando creías que su esplendor ya comenzaba a parecerte indiferente. Hoy, además del cúmulo de emociones que se agolparon en mi interior (exteriorizándose, si a caso, con alguna lágrima que nadie vio), me llevaron a esta reflexión que aquí expongo.

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

Prácticamente las tres estrofas se repiten alternando su orden. Tres conceptos escuchados con relativa cotidianidad por todos. Aunque si parafraseáramos a Wittgenstein diríamos que pertenecen al terreno de lo que debemos callar; conceptos que están fuera de nuestros límites del lenguaje y, por ende, de nuestro entendimiento. Aún así nos resultan palabras comunes en nuestro día a día: vida, muerte y amor. Nada ampuloso. Ningún sinónimo trabajosamente localizado para mostrar el bagaje lingüístico del autor. Y, sin embargo, su expresión y colocación pueden resumir con maestría la tragicomedia de la vida del ser humano. La desventura de haber nacido y ser conscientes de ello. Nacer y vivir significa también tener que sufrir esas tres heridas.

Schopenhauer diría que el peor error de los seres humanos es pensar que hemos venido a esta vida para ser felices. Si a esto agregamos lo que dijo Sartre de que hemos sido arrojados a este mundo sin que nadie nos hubiera preguntado, no queda más remedio que admitir que la vida en sí misma ya es una herida. ¡Cuánta filosofía en las letras de Miguel Hernández! Porque esa primera herida proviene a su vez de las otras dos. No nos queda más remedio que someternos y aceptar que parte de todo lo precioso (para no sonar tan pesimista) que pueda contener nuestra existencia, siempre terminará ensombrecido por esos tres avatares.

Pobre Miguel Hernández, que sufrió como nadie las tres heridas referenciadas. Tres sacudidas que canta para sus hijos y para los hijos de sus hijos hasta llegar a nosotros que podemos tararearlas a las generaciones venideras. Canta dolorosamente porque mientras lo hace él ya conoce lo que la mayoría ignoramos; por eso el poema termina incluyéndolo en el dolor que estas heridas le causan.  Él lo escribe, porque lo vive. No hay que olvidar que aunque estos golpes llegan siempre, no ensombrecen nuestra cotidianidad hasta que de súbito hacen acto de aparición. Tarde ya para Miguel Hernández que las vivió y sufrió hasta su último aliento.

¿Y nosotros? Vivamos intensamente antes de ser alcanzados por alguno de esos dardos que “abren zanjas oscuras / en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte”, como diría César Vallejo. Aunque peque de ingenuo, quizá alguna de esas flechas emponzoñadas de vida no llegue a tocarte.

R.III

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Si te ha gustado esta entrada prueba con La inspiración poética.

También puedes ver Pérdidas definitivas.

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Cerrado por doctorado

En mi última entrada ya anticipaba este momento. Dejaré de escribir por unos meses en este espacio, pero espero volver pronto una vez que termine con ese tormentoso placer al que los expertos llaman tesis doctoral. Por el momento, estimado lector, si ha caído por azar en Cuando el hoy comienza a ser ayer, pasee por aquellas entradas que no han perdido vigencia.

 

Para empezar utilice este blog para escapar de la rutina. Por ejemplo, imagine que los papeles cambiaran un día y los Reyes Magos en lugar de traer regalos decidieran venir a quitárselos a los niños. Pues eso es lo que pasa en Ostracismo de los reyes magos. O échele un vistazo a algunas de las Reflexiones sobre feminismo, sobre la amistad o sobre la muerte.

También puede adentrarse en unos breves consejos sobre oratoria. Doce axiomas para disfrutar más de los diálogos, debates e incluso las charlas de sobremesa: Oratoria para Ramón (cuatro) .

Probablemente el mejor ejemplo de cómo la música, acompañada de las escrituras me han salvado muchas veces de variados desordenes mentales: La música ilumina tu mundo

 Quien haya vivido fuera de su lugar de nacimiento sabrá el significado de la palabra nostalgia. Lo mismo nos pasa a los que hemos perdido a algún ser querido. Es cuando descubrimos que existen Distancias infranqueables

  La vida es como la rueda de la fortuna dice Blood, sweat and tears, a veces se está arriba y a veces se está abajo. De eso se compone nuestra existencia, de Contrastes entre la felicidad y la tristeza.

 ¿Qué tal si el acento de una población fuera producto de un virus? Quizá eso pueda explicar el Día que perdí mi acento

 

Finalmente no deje de descargarse el libro de relatos: Un gran salto para Gorsky o simplemente déjese llevar y con suerte encontrará algo que le haga reflexionar, reír o llorar. No habría nada en este mundo que me hiciera sentir más satisfecho. Ah y si algo le ha gustado o disgustado, por favor, hágalo saber; sus comentarios son la parte más significativa de este espacio.

Hasta pronto,

R.III


Pérdidas definitivas

Un día te despiertas y algo te arrebata la paz, la alegría. Quizá no lo sabes todavía, pero un suceso que se esconde en lo más profundo del azar viene a borrarte la sonrisa. Ese evento doloroso te acorrala sin la posibilidad de huir y, cuando te atrapa, el brillo de tu mirada ya no vuelve a ser el mismo y la comisura de tus labios se contrae definitivamente. César Vallejo dice que “todo lo vivido, se empoza como un charco de culpa, en la mirada”. No es cualquier tipo de tristeza, es la definitiva, la que no te vuelve a dar tregua, la que no encuentra consuelo.

 

 La vida continúa su curso, pero parece que el sentido que buscábamos encontrar se hubiera perdido de forma irreparable. El hombre aprende a resignarse y sigue moviéndose: se levanta, se alimenta, trabaja, pero todo se ha cubierto de ese velo gris que difumina cualquier finalidad. Cuando estos golpes atacan, uno busca alcanzar otra realidad; uno quiere, inútilmente, ser cualquier otra persona, pero cada mañana confirma la imposibilidad de este deseo. Los días pasan y ese brillo opaco de la mirada persiste. Los recuerdos, a veces, se convierten en el motor de la esperanza. Al echar la vista atrás se recupera por un momento la felicidad perdida, pero el instante cristalizado se rompe cuando giras la mirada hacia el frente. El futuro abre sus brazos, pero uno camina hacia él indiferente.

 

Nos encantaría nunca pasar por estas catástrofes humanas. Con la cabeza altiva, avanzamos ingenuos y despreocupados, pero en un rincón del tiempo, el dolor puede sorprendernos. Todo puede desmoronarse en una mañana, en una llamada telefónica, en un recoveco insospechado. No existe hombre capaz de mirar indiferente estos caprichos del destino, pero lo más doloroso es que casi todos los enfrentaremos algún día. Lo que creíamos nuestro se nos cae de las manos, sin poder volver a recogerlo.

 

¡Qué impotencia la de los pobres hombres que no pueden afianzar su buenaventura!

 

 

Y sin embargo, mientras habite en nosotros, que viva la esperanza. Por eso ríe, corre, juega, canta, disfruta del aire, del agua, del amor, de la vida y sigue caminando confiando. Confía con toda la fuerza de tu pecho… quizá, y con suerte, la oscuridad no repare en ti. Todavía.

R.III

 


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