Abatido
sin la suerte de los grandes
apenas un puñado de lágrimas inconsolables
que me duelen antes de haber caído
desde el vacío de mi obra
lloro mi tormento, mi olvido
y el inconcluso verso postrero
cuando hayan pasado años
y aquellos míos
descendiendo en espiral
hayan perecido
nadie sabrá o escuchará estas palabras
nadie pensará en las líneas
celosamente guardadas
esta obra que soy yo mismo
ya está muerta
por no haber vivido
un presentimiento me acecha
quizá no hoy
seguro mañana
por deceso o accidente
el inexorable sino
me arrebatará de un soplo
lo que hoy se empoza en la mirada.
R.III