Hoy estás guardando la ropa de verano y sacando la de invierno. Sientes que la fecha de renovación se ha adelantado este año. Le dices adiós a la época estival, Orteguita. Y aunque sabes que todavía te quedan días de terrazas y con suerte un picnic alguna tarde calurosa de otoño, no puedes evitar sentir cierta melancolía. La luz que entra en la habitación donde llevas a cabo la delicada tarea es pálida y cambiante. Afuera el cielo encapotado produce una claridad difusa que por momentos destella y por otros oscurece. Sin duda el tono gris de la mañana también incide en tu estado de ánimo. Te dices que no es para tanto, que a ti te encanta también la temporada fría; los caldos calientes, las tazas de té con un pedacito de chocolate y el acurrucarte entre las mantitas con el libro de turno. Además, siempre has pensado que el invierno es una época productiva, pues la tentación de salir a la calle se reduce y sueles quedarte en casa a trabajar; la tesis, la novela, los artículos y tu blog recibirán más atención.
En cuanto terminas y cierras finalmente el cajón, te pones buscar en tu interior. Por qué te sientes así. Lo has pasado muy bien este verano. Buenas nuevas han venido acompañando a los rayos del sol, y casi podrías asegurar que prometen mantenerse protectores durante el frío. Pero esa punzada que te encoge el estómago y humedece tus ojos sigue ahí. ¿A qué se debe?, te preguntas. Y de pronto das con la explicación. Las renovaciones dan impulso a tu vida, pero también son la muestra clara del paso inexorable del tiempo. Son esos puntos de inflexión los que te proyectan un camino que quieres ver esperanzador, pero que, a su vez, te dejan ver el trayecto en la dirección contraria. ¡Ya van siendo años! Desde este punto vislumbras esa infancia y juventud que no volverás a vivir, Orteguita. Espero que las hayas gozado y también espero que aprendas a convivir con la madurez.
Hoy el cielo está gris y la ropa de invierno colgada y ordenada en los armarios. Mañana dicen que saldrá el sol y comenzarás a andar sin pensar mucho más en este momento; sin detenerte a mirar al sendero andado y ese que se extiende incierto. Quizá pase otro largo período de tiempo antes de que sorpresivamente te encuentres cara a cara con otra renovación, y esa mezcla de brío y añoranza te contagie de nuevo.
R.III