Para Jorge Álvarez-Díaz. Espero que esa tesis se publique pronto para que sustente esto…
—Lo que usted nos diga doctor. Vamos a hacer lo que usted nos sugiera.
—No…ummm… no creo que me hayan entendido bien. Lo que yo estoy solicitando es que sean ustedes los que tomen una decisión.
—Es que usted es el experto, sabe, cuando nosotros acudimos…
—Espera, cariño, vamos con calma. Primero díganos doctor Rivera ¿de cuántos estamos hablando?
—Pues veamos… recuerden que el primer intento fue fallido y se perdieron los tres que habíamos conseguido así que tuvimos que extraer más óvulos y volver a intentarlo. Afortunadamente, a partir de ahí han podido concebir tres hijos, así que estamos hablando sólo de dos.
—Ya… dos.
A Teresa le encantan los niños; cuando se encuentra con alguno se dibuja un brillo en su mirada y una sonrisa en sus labios. Es automático, no importa que sea en la calle, en el metro, en el centro comercial o en un cine. Tampoco importa mucho la edad; desde bebés hasta jovencitos de diez o incluso once años. Yo a veces paso vergüenza, porque no puede evitar hacerle algún mimo –especialmente a los pequeños– cada vez que se tropieza con alguno. A veces me impaciento, pero siempre termino por resignarme; sé muy bien que no puede remediarlo. A nuestros amigos, que tienen hijos, les encanta quedar con nosotros. Dicen que Teresa es la mejor niñera que se puede tener, y gratis. Claro, ella se vuelca con los pequeños por completo mientras que los demás nos sentamos en una terraza o nos tomamos algo en un bar. Teresa siempre toma la iniciativa y se lleva a los niños al parque más cercano y juega con ellos. Cuando nos sentamos a la mesa para comer, ella se coloca siempre del lado de los críos y les ayuda con la comida y los controla. Después, durante la sobremesa, los entretiene con dibujos o con juegos que trae preparados desde casa para este momento. Ahora esto nos viene muy bien a todos nosotros, pues podemos estar tranquilos comiendo, tomando los postres, el café e incluso algún licorcillo, sin tener que vernos interrumpidos por esas pequeñas criaturas que demandan tanta atención. Si bien es cierto, al principio nuestros amigos se sentían incómodos, pues no querían que Teresa se molestara o descuidara su propia comida por tener que atender a sus hijos, pero finalmente comprendieron que para ella no es ningún engorro. Al contrario, ella está deseando quedar con nuestras amistades para poder jugar con los pequeños.
¿Que si me siento afortunada? Sí, creo que soy una mujer muy afortunada. Y aún así, mira que Miguel y yo lo pasamos mal al principio. Fueron muchos meses los que intentamos conseguirlo por el modo tradicional sin éxito alguno. Al principio nos pareció normal; ¿cuántas historia parecidas no escucha uno y que al final consiguen un embarazo normalito? Pero los meses pasaban y por mucho que poníamos de nuestra parte en las fechas de mayor fertilidad, no nos quedábamos. Cada mes venía la dura prueba de encontrar nuestras esperanzas frustradas. Esto también enturbió un poco mi carácter y las relaciones que practicábamos se teñían de estrés. Nunca lo admitimos, pero es así, durante ese tiempo, nuestras relaciones dejaron de ser todo lo placenteras que deberían ser. Con el tiempo nuestras amistades nos aconsejaron que acudiéramos a un especialista: “En estos tiempos y con la tecnología que existe, vuestro problema se solucionará enseguida”. Así que Miguel y yo nos planteamos probar una técnica de reproducción asistida. Sí, así es la manera correcta de llamar eso a lo que todos equivocadamente llamamos inseminación artificial. Y es que la inseminación es una técnica, pero no es la única. Bueno, no me las voy a dar de experta, porque sólo nos aprendimos aquello que el médico nos explicó. Pero me estoy adelantando; Miguel y yo nos decidimos y fuimos a una clínica especialista que nos recomendaron. Creo que eran unos primos o amigos de mi cuñado. El caso es que pedimos una cita y nos hicieron una entrevista previa a todo. Nos hicieron un historial muy completo en el que contamos con detalles todo sobre nuestros intentos previos. Una vez hecha la entrevista nos citaron para hacernos unas pruebas y ahí fue cuando nos enteramos del problema.
Teresa tiene dos hermanas y ella es la de en medio. Creo que es la única persona que nunca se ha quejado de ser el sándwich. Se lleva muy bien con las dos. Rocío y Paula, se llaman. Hace dos años, las dos con diferencia de un mes, se quedaron embarazadas. El premio le tocó a Paula que ha tenido mellizos. Rocío es madre de Carlota, una muñequita morena de ojos claros que se parece mucho a Teresa. Desde entonces, no hay semana que no visite a alguna de las dos. Tanto Paula como Rocío consideran que Teresa es una tía muy entregada. Al principio recelaron un poco el dejar a sus respectivos hijos solos con Teresa, pero no sé si fue el empecinamiento de ella por que le dejasen cuidar de los peques o el descubrir lo cómodo que es tener una babysitter tan a mano. Ahora es normal que, ya sea un jueves o un viernes, Teresa vaya a pasar la tarde a casa de alguna de sus hermanas y vuelva ya muy noche por hacerles el favor de cuidar a la niña de Rocío o a los pequeños monstruos (desde que saben andar eso es lo que son) de Paula. Lo que no saben es que el favor se lo hacen a ella que se queda encantada cuidando de los chicos. Ella les prepara la cena, los baña, les lee unos cuentos y no los deja hasta que se quedan dormidos. Alguna vez me contó Paula que al entrar a casa se encontraron a Teresa dormida en la mecedora (que dice que es incomodísima) en la habitación de los niños. No lo puede evitar, los niños le apasionan.
—¿Qué es lo que pasa si no queremos donarlos?
—Bueno, podríamos dejarlos congelados. Aunque según lo que me han dicho, ambos están de acuerdo en que ya no van a querer tener más hijos.
—Exacto doctor, con los tres que tenemos estamos más que conformes.
—Pues la otra opción es descongelarlos y de esta manera desechar el producto.
—¿Hay alguna especie de normativa al respecto, doctor?
—Por ahora no, así que la decisión es suya.
Una vez descubierto el problema ya sólo era cuestión de seguir un protocolo que nos explicó el doctor. A mí me sometieron a un tratamiento que permitiera tener más óvulos para que después me los extrajeran. La idea, lo voy a contar con mis palabras, era que metieran únicamente uno de los espermatozoides de Miguel en uno de mis óvulos para que crecieran el bebé. Bueno, no le llaman bebé, dicen que es mejor no considerarlo así hasta que nazca, pero es para que me entiendan. El caso es que una vez que el óvulo y el espermatozoide se unen correctamente, el bebé, que todavía es pequeñísimo, nada más células, se devuelve al cuerpo y de ahí en adelante la naturaleza hace el resto. Pero la naturaleza no funcionó la primera vez. Me consiguieron sacar tres óvulos que todos se unieron bien con los espermatozoides de Miguel. Metieron los tres, pues como decían ellos, así había más posibilidades de éxito. Pero ni así lo conseguimos. Así que vuelta a empezar y yo a llorar y a llorar, pensando que jamás iba a poder ser mamá.
Cómo admiro el positivismo de Teresa, es ciertamente una mujer increíble. Su energía se contagia y no me refiero solamente al momento en el que se encuentra rodeada de niños. No, ella está siempre de buen humor, incluso en las mañanas cuando tenemos que madrugar para ir cada quien a su trabajo. Esa cara de jovialidad es la que nos muestra a todos los que tenemos la suerte de gozar su cercanía. Por eso nadie puede imaginar lo que realmente le sucede. Yo mismo tardé en descubrir esa mirada melancólica que muy bien sabe disfrazar. A veces me siento culpable o más bien, impotente. Quisiera poder arrancar de ella cualquier pizca de dolor, pero lo que le pasa a Teresa, o más bien, lo que nos pasa es algo que no puedo remediar. No tengo otra opción más que esperar a que pronto consigamos hacer realidad lo que sería la mayor alegría para Teresa: poder tener un hijo nuestro. Ayer hablamos y decidimos que era momento de llamar a un profesional.
—¿Pero usted qué haría, doctor?
—Miren señores, yo no voy a sugerirles nada, porque la decisión es sólo suya, pero si les sirve de apoyo les voy a contar lo que pasa en la actualidad con los embriones: muchos de ellos se quedan congelados. Por poner un ejemplo, en nuestra clínica, que ya tiene veinte años trabajando en temas de reproducción asistida, existen embriones congelados desde hace más de quince años.
—¿Quiénes son los padres?
—A eso voy, ahora mismo ya no lo sabemos. La mayoría han abandonado simplemente a los embriones. Ya sea porque han cambiado de domicilio, ya sea porque no han querido volver a dar señales de vida, el hecho es que los embriones siguen en la clínica congelados y probablemente vayan a seguir así. De los padres no se sabe nada y no sé si algún día lo sabremos.
—¡Por Dios! ¿Y qué se va a hacer con ellos?
—Pues por el momento el problema es más bien técnico que legal. En nuestra clínica hemos tenido que hacer una ampliación para poder alojar más embriones, porque en la primera sala que teníamos ya no nos cabían todos. Además, como les he dicho no hay todavía una normativa en referencia con estos embriones. Pero como no tardará en haberla (eso espero) los embriones los dejamos congelados para tomar las medidas pertinentes cuando se decida qué hacer con ellos; especialmente con los que han sido abandonados. Quizá se decida desecharlos, quizá se utilicen para otros fines, el dilema todavía no ha encontrado una solución legal. Mientras tanto, ha sido una iniciativa del comité de bioética de la clínica el pensar al respecto y finalmente comenzar a sugerir la donación de los embriones a aquellas personas de las que tenemos una forma de contacto. La donación puede ser para futuras investigaciones o para ayudar directamente a parejas que como ustedes necesitan de estas técnicas.
Pero me animaron mucho dentro de la clínica. Si hay algo en lo que nos sentimos muy afortunados es que todo el personal de la clínica ha sido un encanto. El Dr. Rivera siempre se ha mostrado atento, nunca nos ha dejado con ninguna duda respecto al protocolo que se tenía que seguir. Siempre estuvo positivo y nos aseguró que era muy normal que el primer intento no fuese exitoso. Esto me consoló un poco. Además las otras personas, los técnicos, las enfermeras, la recepcionista, todos fueron muy amables, haciéndonos sentir cómodos en todo momento. No sé si es producto de mi imaginación, pero los recuerdo a cada uno de ellos y les veo en el semblante siempre una sonrisa. Supongo que es una buena señal que tenga esta impresión, ¿no crees? Bueno, pues te contaba que estaba destrozada porque el primer intento no lo habíamos conseguido. Y, por si fuera poco, se habían utilizado todos los embriones; eso es, “embriones” es la palabra que utilizaban. Bueno, pues todos los habíamos usado en ese primer intento, por lo que iba a ser necesario volver a extraer nuevos óvulos y comenzar de nuevo. Miguel ha sido también muy fuerte y animoso. Durante todo el tiempo que tuvimos que esperar para que me extrajeran de nuevo óvulos, no dejó que me deprimiera y finalmente volví a la carga con la esperanza de que este segundo intento lo pudiéramos conseguir. Yo estaba muy escéptica, no te voy a decir lo contrario, sobre todo tenía mucho miedo de que la situación fuera adversa y entonces perder también este intento. Lo malo es que en la clínica nos explicaron que sólo podríamos tener tres intentos, después tendríamos que esperar.
—¿Futuras investigaciones?
—No malinterpreten mis palabras. La investigación no tienen nada que ver con la idea hollywoodiense de investigación. Con esos embriones ni se hará clonación, ni se fabricarán monstruos. No, la idea es justo la contraria. Las investigaciones en embriones pueden ayudarnos a desarrollar mucho mejor el conocimiento de los procesos que utilizamos. De hecho ha sido gracias a la investigación previa en este terreno, que hoy en día contamos con este tipo de técnicas de reproducción asistida a las que ustedes deben agradecer tener tres hijos. Sin el apoyo de las personas que se ofrecieron a ayudar cuando estas técnicas se encontraban en los laboratorios, nunca se hubiera dado el salto a convertirlo en una realidad.
—Lo entiendo, doctor. Y de donarlo, ¿a quién?
La sombra pudo haber caído sobre nosotros, pero Teresa me sigue sorprendiendo. Ayer nos citaron en la clínica a la que acudimos por ayuda. Estábamos esperando los resultados de las pruebas que nos han hecho a ambos para saber cuál es el problema por el que no podemos conseguir el embarazo. Lo que nos dijeron fue que Teresa no puede producir óvulos, pero nos han animado contándonos que en la actualidad, con la donación de óvulos, es posible conseguir el embrión. Sin embargo nos han dicho que eso puede llevar su tiempo. Aunque, nos han dado otra opción que es prácticamente inmediata, pero nos han mandado a casa para meditarla y dar una respuesta mañana.
Cuando me volvieron a hacer la extracción de los óvulos conseguimos esta vez seis y todos pudieron ser concebidos por los espermatozoides de Miguel. El interrogante que teníamos ahora, era esperar que se desarrollara alguno dentro de mí. Volvieron a utilizar tres embriones y cuál fue nuestra sorpresa: ¡nueve meses después nacían Guzmán y Alfonso! A veces me pregunto qué hubiera pasado si se hubieran desarrollado los tres embriones que me habían metido. Me hubiera parecido a un león marino. ¡Qué risa! Durante dos años criamos a estos hermosos niños que nos devolvieron la vida, cuando tan mal la estábamos pasando. Entonces Miguel y yo sopesamos la idea de tener otro, así que volvimos a la clínica. Nos habían explicado muy bien que dejarían los tres embriones restantes congelados y que podríamos utilizarlos, al igual que hicimos con los primeros, para poder tener más hijos. ¿Por qué no intentarlo?
—La donación sería a alguna pareja o mujer que estuviera en vuestra misma situación. La diferencia es que el embrión ya está listo para ser introducido, con lo que no haría falta una extracción de óvulos, fecundarlos, etc. Por ahora, en el comité consideramos que las donaciones deben ser anónimas. Sí que existirá un control, pero si acceden a donar, ustedes no sabrán a qué familia han ayudado a concebir un hijo.
Teresa y yo lo hemos hablado y hemos accedido a la donación. Hoy por hoy, es la salida más rápida y aunque el embrión haya sido concebido por otros padres, ¡qué más nos da! Si todo sale bien, podremos tener nuestro propio hijo. No sé por qué, pero el brillo en los ojos de Teresa me hace saber que todo saldrá muy bien.
Bueno, ya sabes en qué terminó la historia. Ummm, en realidad no termina ahí. Al año de nacer Jorge, el Dr, Rivera nos llamó para sugerirnos algo. ¿Sabías que en el mundo debe haber miles de embriones congelados?
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