Mi pasión por la poesía es proporcional a mi incapacidad para ligar. De hecho, esta pasión surge como punto de apoyo de todas las aventuras eróticas que he emprendido. Desde muy joven interioricé la creencia (claramente infundada, ¿pero cuántas creencias no lo son?) de que a las mujeres les gusta la poesía, los poetas o cuanto menos los escritores. Así que me di a la tarea de adentrarme en las lecturas de este género y con el tiempo, y un poco más de osadía, incursionar en la creación poética (y patética).
Conforme fui creciendo pude comprobar que la poesía se volvía una especie de ancla sin la que no me hubiera podido agenciar los favores de mis (pocas) amantes. Seamos sinceros, para que yo conquistara a alguien no me iba a ser de mucha ayuda mi aspecto físico, ni qué decir de mi “talento” con el baile (con esos dos pies izquierdos) o de la supuesta facilidad de palabra que poseo (carente de inventiva frente al sexo femenino; sobre todo del que me resulta atractivo). Tanto es así, que he de confesar, no sin vergüenza, que nunca en mis 37 años de existencia he ligado en un bar o discoteca. No sé lo que significa eso de conocer a alguien en medio de la noche y terminar en su cama.
Por esta razón, para mí el enamoramiento está predestinado a la lenta tarea de la conquista poética. Se trata de ganarse el alma de la amada a través de una variada colección de versos. Es cierto que el tedio de esta labor siempre termina disuadiendo a alguna, pero unas pocas terminaron dejándose llevar. He de agradecer a unos cuantos poetas que siempre han estado presentes en mis hazañas amorosas. Aquí les rindo un pequeñísimo homenaje a Bendetti, Sabines y Neruda.
Mario Benedetti
Cómo confesarle a una mujer tus intenciones de manera sutil; cómo expresar un sentimiento que no dé lugar a la temible evasiva. La respuesta la da el poeta uruguayo con su poema Hagamos un trato. Un poema que sugiere, pero que no delata; porque qué quiere decir exactamente “contar conmigo” o “querer contar con usted”. Expresiones que lo pueden significar todo y nada a la vez. Se puede tratar de una petición de amor o de una simple garantía de lealtad entre amigos. De esta manera, se convierte en un arma para poder tantear a la persona añorada:
Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
[…]
pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.
Jaime Sabines
¡Qué hubiera sido de mí sin esos dos versos que han conseguido suspiros en todas mis pretendientes! Porque yo creo no ha habido una sola mujer con la que haya tenido alguna historia que no los haya escuchado. Este poema hay que usarlo cuando uno ya sabe que existe un interés por parte de la otra persona. Se trata de unas líneas que expresan que por encima de lo azaroso del tiempo, la historia de amor (“nuestra historia”) puede funcionar.
Debí haberte conocido diez años antes o diez años después
pero te encontré a tiempo
Pablo Neruda
Su libro 20 poemas de amor y una canción desesperada es una fuente exquisita de versos para enamorar: “Me gusta cuando callas porque estás como ausente // y me oyes desde lejos y mi voz no te toca //parece que los ojos se te hubieran volado // y parece que un beso te cerrara la boca”. Pero a mí Neruda me ayudó a asirme, un exiguo momento más, a la inexorable partida del amor efímero. Hablo en especial de mi primera novia (JIM), cuando ya todo se veía perdido, yo reemprendía esfuerzos y recuerdo haberle hecho llegar una carta con esos versos desgarradores del poema 20. No me importaba que se quedara conmigo por lástima, pero no quería perderla.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Claro que la perdí, pero vinieron otras mujeres y nuevas poesías. No echaré a perder el encanto de esta entrada con las bajezas que salieron de mi puño y letra. Pero la poesía siempre me acompañó en el lance amoroso. ¿Que por qué cuento esto? ¿Que es tirar piedras sobre mi propio tejado? ¿O que, al hacerlo, me quedo sin armas para próximas andanzas amorosas? Nada de eso. En estos años he aprendido que las mujeres que han terminado conmigo no me querían por la poesía. Aguantaron estoicamente el parsimonioso flirteo, pero en realidad esperaban algo más sencillo. Que les mirara a los ojos y les besara. ¿Hay una receta más sencilla en el amor? Ahora sé que no.
Pero yo era cobarde y temía el rechazo. Quería estar seguro de que ellas me querrían y creía que con la poesía lo conseguiría. Ahora con la perspectiva de los años me hace gracia. Cuántas de ellas se conformaron en silencio a que la despedida nocturna la diera Sabines o Neruda en lugar de ser yo mismo. Cuántas no hubieran lanzado el libro que llevaba entre las manos al río más próximo para yacer en el verdadero amor; aquel en el que sobran las palabras poéticas.
Y si no pregúntenselo a mi mujer. Ya no me atrevo a ir corriendo a ella a declamarle la última poesía que he escrito. En esta casa ya no hay lugar para un verso más. Los agoté todos a lo largo de nuestro romance, pero qué diablos, estamos juntos y eso es lo importante.
R.III
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©R.III
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