Este octubre cumplí quince años viviendo en Madrid. Tengo 37; así que ése de entonces (que ya no es el mismo) llegó con tan sólo 22 añitos. Por tanto, aunque viví en México mi infancia, adolescencia y temprana juventud -que se suponen son muy importantes en la vida de toda persona-, creo que lo que me ha marcado de verdad vino después. Me refiero a esa etapa que llamamos “madurez” y que he alcanzado en España.
Y vaya que tuve que madurar, no estoy exagerando: a los dos años de vivir aquí ya estaba casado, un año más tarde tenía un hijo, poco menos de un lustro después me había separado. Durante estos quince años he tenido que trabajar repartiendo publicidad, de camarero, como dependiente de una tienda, de teleoperador, he sido becario de altos directivos en una empresa de electricidad, tocando puertas como comercial, supervisando contenidos en una ONG, de traductor, como responsable de alumnos extranjeros, a cargo de la gestión académica de un centro universitario, dando clases de inglés, literatura, escritura creativa, competencias profesionales, comunicación en ciencias de la salud y, más recientemente, de antropología de la salud. Tengo la esperanza de dar algún día clases de bioética, de ética “a secas” o de alguna materia de filosofía.
Entre medias he terminado dos carreras, una tesis doctoral, he conocido a mi actual pareja, he vivido en siete casas distintas con sus respectivas mudanzas, he leído un par de centenares de novelas, varias decenas de libros de filosofía y un porrón de artículos de los temas más eclécticos. Los seguidores de este blog saben algo de lo que escribo, pero hay mucho material inédito. El otro día calculaba que debo tener más de mil textos escritos (pero es que estoy contando mucha, mucha basura) y tres libros que parece que a nadie le interesan. Nunca sabré qué significa eso de especializarse en algo, porque he combatido en muchos frentes. Me gustaría decir que es porque disfruto con los distintos saberes, pero debo reconocer que es más porque la vida me ha ido imponiendo a cada paso objetivos de lo más variado. Me he reído mucho y también llorado. He intentado tomar las riendas de mi vida, pero muchas veces me he sentido perdido; queriendo volver a ser un niño a quien todo le es resuelto. He podido viajar por varios países y por muchos lugares de España, aunque siempre tengo la sensación de conocer muy poco mundo. He tenido la suerte de vivir unos de los años más difíciles de mi vida con un compañero de piso que pone en duda eso de que la mejor forma de vivir es con la persona a la que amas. He cosechado buenas amistades (algunas duraderas pese a la distancia) y conocido a mucha gente de lo más variopinto. No me he terminado el vino de este país, porque la producción en España es inabarcable. En cualquier caso es seguro que son muchas más las botellas que los libros leídos y los textos escritos “juntos”.
Algunas veces no puedo evitar pensar que al llegar a España creía de corazón que algún día podría cambiar el mundo y hoy tan sólo espero que el mundo no me cambie a mí (por parafrasear una de las frases finales de la película Noviembre). Quizá no alcance esos éxitos que alguna vez me planteé, pero me encuentro en paz. Y ya que mi vida está ligada a la literatura es justo medir estos quince años en letras. En este tiempo he escrito sobre el amor efímero y, sin embargo, he encontrado a la persona con quien quiero vivir toda mi vida. He tratado el tema de las injusticias del mundo, mientras que tengo la inmerecida suerte de escribir con la calefacción puesta desde mi propio despacho. He reflexionado sobre el ocaso de la amistad, cuando estoy rodeado de personas a las que quiero y admiro. Me he reído de muchas de las desventuras que me han hecho llorar. He filosofado sobre nuestra realidad, el lenguaje, el feminismo, la ética y hasta del universo, cuando apenas puedo poner orden a mi propia vida. He hecho catarsis de muchos temas que me han afligido en estos años, pero a la par he podido ver crecer a un hijo del que estoy orgulloso y de quien tanto aprendo.
Sí, me ha dado tiempo para mucho en mi estancia en Madrid. Tengo un trabajo que me permite seguir escribiendo, un Madrid que se abre a todo el mundo y cuyas calles seguiré recorriendo, tengo amigos, bares, unos kilos de más, ese niño maravilloso (definitivamente mi mejor obra), una pareja estable, una linda perrita y unos cuantos seguidores de este blog.¿Se puede pedir más?
Quizá seguir los pasos de Dylan y cuando la Academia Sueca me busque para darme el Nobel no contestar el teléfono. ¿Podría haber más satisfacción en la vida?
R.III
El incomparable R.IV posando para Un gran salto para Gorsky
—
Post scríptum: Para hacer más redondo el acontecimiento acabo de descubrir que esta es la entrada número 200 de Cuando el hoy comienza a ser ayer. Gracias por acompañarme durante este viaje personal.
***
**
*
¿Quieres conocer algunas de las entradas que aquí se mencionan? Te paso los enlaces:
El mundo es un barco: la triste historia de Aylan.
Sobre el amor o eso que llamamos amor.
Reflexiones sobre el feminismo
***
**
*
*
©R.III
—
–
–
27/10/16 at 02:48
Me encantó. Has vivido en Madrid, vi-vi-do. Qué suerte y qué gusto.
Me gustaMe gusta
27/10/16 at 22:36
Muchas felicidades Moncho. Años rellenos de historias y sentimientos variados. Cada centímetro recorrido, por pequeño que sea, es necesario para completar el camino. Muy buen trabajo. Durante mi poca estancia con ustedes disfrute varias historias. Me gusta y es muy grato ser parte de eso.
Me gustaMe gusta
2/11/16 at 18:36
Gracias, Luigi!!!
Me gustaMe gusta
20/02/18 at 21:26
[…] Si te ha gustado esta entrada no dejes de visitar 15 años en Madrid […]
Me gustaMe gusta