El título de esta entrada es una pregunta sincera que lanzo a quien quiera responderme. No soy economista, ni analista político y lo que plasmaré en las siguientes líneas son tan sólo algunas reflexiones a las que he llegado conversando con amigos.
Es evidente que la situación de España es preocupante y que la gente tiene que movilizarse. Gran parte de las medidas que el actual gobierno está llevando a cabo, son contrarias al plan electoral que propuso para conseguir su victoria. Sin embargo, el alcance de cambio que persigue esta huelga es lo que no termino de ver. El mismo presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Juan Rosell, ha mencionado la semana pasada, no sin cierto desdén, que esta huelga “tampoco es el fin del mundo”. Y sin embargo, para un trabajador promedio el día de salario que le supone ejercer su derecho a huelga, puede incidir seriamente en sus finanzas mensuales.
Por otro lado, nunca había visto una huelga tan entregada como la del Metro de Madrid. Los paros de los lunes y los viernes se han mantenido con firmeza. Los usuarios del metro hemos tenido que sufrir largas esperas, una ocupación de los vagones que viola la ley de la física conocida como “impenetrabilidad”, empujones, agobios, etc. Y pese a las molestias de los clientes y empleados de este medio de transporte, mucho me temo que no se conseguirán ni mejores sueldos para ellos, ni mejores tarifas para nosotros. Lo cierto es que los políticos o personas que pudieran influir en un cambio positivo, no sufren las incomodidades de estos paros. Y en conclusión las cosas parecen que continuarán por la misma dirección.
Ahora imaginemos que todas la gente que va a participar en la Huelga General dejaran de usar el móvil ese día. O que el mismo número de usuarios y trabajadores del metro que hemos sufrido las inconveniencias de los paros, dejáramos de comprar lotería de Navidad este año. Si ese aparentemente “pequeño” número de personas realmente se pusiera de acuerdo con este tipo de medidas, estoy seguro que la respuesta por parte de los políticos no sería la indiferencia (al estilo de Rosell). Pero además se contaría con el cuestionamiento del sector afectado por estas acciones; o sea, los grandes empresarios (un tipo de ciudadano con más capacidad de influencia). La consternación de ver a la sociedad unida afectando sus intereses, los movilizaría en contra de aquellas determinaciones políticas que originaran dichos movimientos.
De ninguna manera quiero que se piense que estoy en contra de la huelga del 14-N. Creo que es un momento clave en el que la unión de los ciudadanos es imprescindible, pero ésta debe canalizarse para conseguir los objetivos que buscamos. Las última Huelga General contó con un gran apoyo, pero el Gobierno no ha menguado la fuerza de sus actuaciones neoliberales. Quizá deberíamos pensar en otro de tipo de acción ciudadana que tenga más impacto. Quizá “tampoco sería el fin del mundo”, pero seguro que ya no se atreverían a soltar tan desafortunado comentario.
R.III
12/11/12 at 17:09
En la página de ATTAC buscar la entrevista con Esther Vivas:»Trece razones para ir a la huelga el 14N.
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