Escapar de la rutina

Me encanta romper la rutina; darle una patada a la insistente monotonía del día a día. Y hoy, de la forma más sencilla que se podría imaginar, lo he logrado. No ha sido una hazaña heroica, pero en lo sencillo se esconden placeres insospechados. Sólo he tenido que ausentarme del trabajo para ocuparme durante un par de horas de algunas gestiones “ineludibles”. Un gesto tan insignificante puede brindar mucha alegría e incluso belleza, pues los objetos a los que estamos acostumbrados cobran un matiz distinto cuando son observados desde una inopinada y novedosa perspectiva.

Cuando me levanté esta mañana la variación no era todavía notoria. El despertador sonó a la misma hora, me duché, desayuné y emprendí una apresurada salida para no llegar muy tarde; todo igual al día anterior. Una dinámica que vengo repitiendo desde hace unos años. Volví a caminar por la calle que me lleva al metro y me subí en un vagón tan atestado de alumnos como el de cualquier otra jornada. Llegué más a o menos a la hora de siempre y encendí mi ordenador con el ritual acostumbrado: presiono el botón de encendido y procedo a quitarme el abrigo, bajar la mochila, sentarme en “disposición laboral” y aún así tengo que esperar a que ese montón de microcircuitos se despierte –pues tiene el mismo sueño que yo-.

Sin embargo, esta vez en lugar de ocupar mi puesto durante horas, sólo estuve un rato antes de emprender mi singular fuga. En el camino me encontré con otros profesores que se sorprendían que viniera en dirección contraria. Su cara de extrañeza decía: “la universidad es por este lado Ramon” y yo sin poder evitar una sonrisa en los labios mientras explicaba lo peculiar de mis actos. Hacía frio, pero me gustaba el vaho que se formaba por mi respiración y el gélido orvallo que me golpeaba suavemente en la cara. Había un poco de bruma lo que suele anticipar un invierno intenso, pero no hubiera cambiado esa sensación térmica por más calefacción que pudiera garantizar aquel lugar que dejaba tras mis pasos.

El exterior no me abrumó con positividad. En la calle no había menos tráfico, ni tampoco menos transeúntes. La ciudad mantenía sus estentóreos ruidos de siempre, la gente no estaba más simpática y mis gestiones ineludibles no me brindaron especial disfrute. Pero mi día se había transformado. Un sencillísimo motivo, un instante apenas, me había permitido gozar momentáneamente de la felicidad.

Después volví a la rutina.

Nadie lo notó, pero en mi interior, aunque fuese pasajero, algo había cambiado. Ahora estoy deseando que sobrevenga el momento adecuado y pueda volver a transgredir mi cotidianidad.

 

R.III

 

Acerca de Ramón Ortega (tres)

Ramón Ortega III https://unviajepersonal.wordpress.com/acerca-de-mi/ Ver todas las entradas de Ramón Ortega (tres)

6 respuesta a «Escapar de la rutina»

  • Carvén

    Sobre el escrito Escapar de la rutina:

    Me ha encantado hasta el punto de dejar un instante mi timidez y afrontar el desafío de contestarle a un desconocido, empujada por la misma sensación de escape.
    Ser metódico y de costumbres fijas a veces resulta muy práctico, otras previsible y sujetos a un estupendo orden con pocas complicaciones (sobretodo si no hemos recibido la taza correspondiente de café encargada de terminarnos de despertar cada mañana) y a menudo adquiere matices grises, que es lo que deberíamos de descartar. Yo tomo de aquí la palabra «previsible» y los matices grises, para luego devolvértelas (osadía, reto, juego, transformación…luego ya se verá porqué).
    El otoño y su melancolía es ideal para los artistas y la poesía por eso mismo: porque centra la mente, la distrae o atrapa de una extraña manera envolvente y luego la devuelve a su dueño renovada, distinta. Cada cielo gris, cada lluvia contemplada desde la ventana del despacho, cada tarde recogida en luces naturales, cada regreso a casa lloviendo a cántaros y con luces desdibujadas desde cada farola que salpican de colorido el asfalto a modo de espejos…todo eso que nos aporta el otoño son llamadas para evadirnos un instante del suelo que pisamos generalmente a paso apresurado.
    El tiempo no puede ganarnos siempre con sus prisas. Hay que saber engañarlo.Y para ello tienes que seguir escapándote a ratitos de la rutina para poder asimilarla con más fuerzas al regreso, aunque éste sea breve y conciso. Cada bocanada de aire fuerte es una llamada, como si nuestra gélida nariz adquiriera mágicamente la función y cometido de una aldaba a la que toca el viento y grita: «!Despierta!». Y si para ello es necesario madrugar un día a la semana y hacer parte del trayecto laboral a pie, no perdemos nada sino que ganamos el privilegio de contemplar el recorrido paseando las rutinas. También es válida la vuelta a casa café en mano en vasito de papel y lluvia de fondo como melodía. Es preferible salir o acercarse a contemplar los pequeños cambios de alrededor y el inmenso cielo desde la ventana más próxima, terraza, escalinata….que quedarse en la habitación donde pasamos la mayor parte de la jornada laboral, porque no nos aporta nada. Advierte las prisas y evita desconectar.

    Si hay algo que a mi me maravilla son los árboles. En otoño adquieren unos matices espectaculares en ocres, bermellones, sienas, verdes musgo, carmines…tantos tonos que es ahora cuando yo te propongo cambiártelos por los grises. pasas por debajo de sus sombras y contemplas desde abajo su belleza y cómo filtra la luz entre las hojas que quedan. Tocar los troncos es muy agradable aunque esté fríos, mojados o resecos. es apariencia: todo árbol transmite calidez y energía a la mano que quiera acariciarlo. Y luego las vistas del metro. No están fuera porque se esconden dentro. Es coger un libro, abrirlo y saltan todas las vistas maravillosas y el cambio de la palabra «previsible», ….mmmm…por ver dentro de una novela, y por sus antónimos:imprevisible e inimaginable.
    Este otoño me gusta especialmente porque he descubierto la novela negra sueca de la mano de dos escritoras maravillosas: ºAsa Larsson y Camilla Läckberg. En transportes públicos he leído a Larsson en sus tres novelas (Aurora boreal, Sangre derramada y La senda oscura, en ese orden correspondiente.Me ha costado adaptarme a la manera de narrar de Camilla Läckberg, incluso, porque adoraba cómo lo hacía la descriptiva y misteriosa Larsson. Con ella, descubres lo mucho que piensan los personajes y lo poco que dicen a la cara y entonces, inevitablemente, te vuelves cómplice. Con ambas descubres la dureza del invierno y todo el paisaje es distinto, atrayente, envolvente. Es una ventana paralela a la nuestra, así que te la recomiendo: ¡Asómate y leelas!.
    Y bueno, como ya me extendí mucho no digo más que me encantó tu escrito y las fotos que lo acompañan.

    Me lo llevo a Facebook, porque allí lo encontré yo.
    Gracias!.

    Carvén

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    • Ramón Ortega III

      Hola Carvén,

      Pues te devuelvo el cumplido, porque he disfrutado de esta contestación que brinda una lectura más interesante que la mía. Has conseguido atrapar en lo “habitual” la belleza que se nos escapa. Es como si la rutina nos cegara. Y efectivamente ahí está en tu día a día pequeños aspectos que podrían hacerte sentir más contento y en algunos casos (si traes los cascos puesto y comienza ésa; “tu canción”) incluso pleno. Muchas gracias por tomarte el tiempo y dejar esta respuesta. Yo por mi parte, cuando salga de aquí, iré hacia ese árbol que ya tengo en la mente y lo acariciaré…
      R.III

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  • Carvén

    El árbol te estará esperando hoy más contento porque te acercarás hasta él. Eso es maravilloso!. Existe un cuadro de Georgia O’Keefee donde el espectador está bajo un árbol inmenso. Se aprecian los tonos rojos entre las veladuras blancas del cielo y parte del tronco en sombras. Es un árbol otoñal, como la artista (nació en Noviembre) que te muestra con pasión y rojos en consecuencia, que el árbol abraza al cielo con sus ramas silueteadas y nos hace partícipes de ese momento porque nos sitúa justo debajo. Haz vivo ese cuadro!.
    Melodía?. se me ocurren muchas! Busca la tuya y así harás más lindos escritos otoñales.
    Existe un verbo en francés: musarder. Significa callejear sin rumbo aparente. Los verbos implican acción. Espero que lo disfrutes y extrangules monotonías a la par., sin compasión y con deleite al ganarle la batalla al tiempo cotidiano. 🙂
    Un placer leerte y un honor recibir respuesta.

    Gracias:
    Carvén

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    • Ramón Ortega

      Carvén, llevo unos días queriendo contestarte. No sé si es muy otoñal, quizá es dura como el invierno mismo, pero una melodía que me encanta es Der Tod und das Mädchen (La dama y la doncella) de Schubert. Verás el poderío de un cuarteto de cuerdas excepcional.

      Un abrazo,

      R.III

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  • Cerrado por doctorado « Cuando el hoy comienza a ser ayer

    […] empezar utilice este blog para escapar de la rutina. Por ejemplo, imagine que los papeles cambiaran un día y los Reyes Magos en lugar de traer regalos […]

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  • Roberto Martínez Contreras

    1¿Escapar de la rutina?
    ¿Verdaderamente escapamos de la monotonía, de la repetición, de lo mecánico? ¿La senilidad se da sólo en personas mayores? ¿Cómo es nuestra vida diaria? ¿Acaso, nos conformamos con salir de nuestra vida rutinaria por un instante? ¿En realidad cómo es nuestra vida de todos los días?
    ¿No buscamos el éxito, el ser más, poder, fama, conocimientos, tener dominios, todo el tiempo? ¿No estamos llenos de conflictos, perpetuamente? ¿No sentimos placer, dolor, sufrimiento, un día sí y otro también? ¿No hemos repetido todo eso a lo largo de miles y miles de años? ¿alguna vez, hemos escapado de esa rutina?

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