Un día te despiertas y algo te arrebata la paz, la alegría. Quizá no lo sabes todavía, pero un suceso que se esconde en lo más profundo del azar viene a borrarte la sonrisa. Ese evento doloroso te acorrala sin la posibilidad de huir y, cuando te atrapa, el brillo de tu mirada ya no vuelve a ser el mismo y la comisura de tus labios se contrae definitivamente. César Vallejo dice que “todo lo vivido, se empoza como un charco de culpa, en la mirada”. No es cualquier tipo de tristeza, es la definitiva, la que no te vuelve a dar tregua, la que no encuentra consuelo.
La vida continúa su curso, pero parece que el sentido que buscábamos encontrar se hubiera perdido de forma irreparable. El hombre aprende a resignarse y sigue moviéndose: se levanta, se alimenta, trabaja, pero todo se ha cubierto de ese velo gris que difumina cualquier finalidad. Cuando estos golpes atacan, uno busca alcanzar otra realidad; uno quiere, inútilmente, ser cualquier otra persona, pero cada mañana confirma la imposibilidad de este deseo. Los días pasan y ese brillo opaco de la mirada persiste. Los recuerdos, a veces, se convierten en el motor de la esperanza. Al echar la vista atrás se recupera por un momento la felicidad perdida, pero el instante cristalizado se rompe cuando giras la mirada hacia el frente. El futuro abre sus brazos, pero uno camina hacia él indiferente.
Nos encantaría nunca pasar por estas catástrofes humanas. Con la cabeza altiva, avanzamos ingenuos y despreocupados, pero en un rincón del tiempo, el dolor puede sorprendernos. Todo puede desmoronarse en una mañana, en una llamada telefónica, en un recoveco insospechado. No existe hombre capaz de mirar indiferente estos caprichos del destino, pero lo más doloroso es que casi todos los enfrentaremos algún día. Lo que creíamos nuestro se nos cae de las manos, sin poder volver a recogerlo.
¡Qué impotencia la de los pobres hombres que no pueden afianzar su buenaventura!
Y sin embargo, mientras habite en nosotros, que viva la esperanza. Por eso ríe, corre, juega, canta, disfruta del aire, del agua, del amor, de la vida y sigue caminando confiando. Confía con toda la fuerza de tu pecho… quizá, y con suerte, la oscuridad no repare en ti. Todavía.
R.III
19/10/11 at 14:00
¡Pero qué post tran triste! Espero haya sido el azar lo que te llevó a escribirlas y no uno de esos sucesos… abrazos.
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19/10/11 at 14:43
Pues no ha sido azar, pero, afortundamente, tampoco ha sido pábulo de un sufrimiento como el que cuento. Llevo un tiempo pensando en este tema. De hecho todavía tengo más cosas que decir, pero ya saldrán más adelante…
Quizá sólo estoy gris…
Un abrazo Itzel,
R.III
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20/10/11 at 05:57
El arte es la expresión no sólo de lo que el hombre siente en sí mismo, sino de lo que vive en otros, de la empatía y la compasión en su sentido original.
Quien hace arte, hace de sí mismo material para moldear, sea su palabra, su trazo, su voz, su movimiento, su expresión.
Y sí, también hay días que estamos así. Grises. Quizá por leer a Vallejo…
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8/01/12 at 21:04
[…] Para empezar utilice este blog para escapar de la rutina. Por ejemplo, imagine que los papeles cambiaran un día y los Reyes Magos en lugar de traer regalos decidieran venir a quitárselos a los niños. Pues eso es lo que pasa en Ostracismo de los reyes magos. O échele un vistazo a algunas de las Reflexiones sobre feminismo, sobre la amistad o sobre la muerte. […]
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8/07/15 at 17:26
[…] También puedes ver Pérdidas definitivas. […]
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19/12/16 at 14:08
Me encanta leerte, Ramón, aunque este post me deje un regusto tan sombrío. Un beso, cielo. Sé feliz, disfruta de cada minuto, Feliz Navidad
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20/12/16 at 23:35
Gracias, Sol.
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