No dejemos que ni la crisis ni la intolerancia pierdan a Europa

El asesino de Oslo, Anders Behring Breivik, no es diferente a un yihadista. Sus ideas intransigentes sobre la pureza blanca lo llevaron a ver en las juventudes del partido laborista al enemigo. Jóvenes que defienden el multiculturalismo y que prefieren una política de inmigración más abierta y liberal para Noruega. Razones suficientes para que Breivik considerara aniquilarlos y dar ejemplo al mundo con ello, de que un sólo hombre es capaz de sembrar el terror para dejar clara su postura ideológica. El duro golpe que perpetuó contra su país es comparable con cualquier atentado terrorista realizado por Al Qaeda.

Sin embargo, la situación no deja de ser un tanto distinta. Para empezar, la reacción noruega ha sido no sólo de conmoción, sino que ha ido en una dirección clara: “No perderemos nuestro paraíso noruego”. La mayoría de los ciudadanos de este país han optado por que el terror no los cambie. Quieren seguir siendo la sociedad civilizada que han venido siendo e incluso, es posible que sea más difícil que el discurso de extrema derecha mantenga la fuerza que estaba consiguiendo recientemente. Es posible que la actitud noruega, de haber sido un atentado islamista, hubiera desembocado en críticas que buscaran endurecer sus políticas de inmigración, el de ampliar el uso de las armas y  finalmente el de hacer ganar un paso a la intolerancia.

Otra diferencia es el efecto que ha causado esta noticia. No cabe duda que la alarma social ha saltado y la gente se ha dado cuenta del problema que entrañan los radicalismos de la extrema derecha. Quizá las personas se den cuenta de que detrás de estas ideologías xenófobas, antisemitas e islamofóbicas se esconden acciones violentas en la vida real. Se conocía sobre las cacerías de los skinheads a inmigrantes e indigentes, la quema de chabolas de gitanos, etc., pero ahora el mundo ha presenciado que estas acciones pueden llegar mucho más lejos que los otros sucesos, hasta ahora minimizados. Sin embargo, da la impresión que la dureza hacia esta ideología no es la misma que se tiene hacia los terroristas islamistas. En el fondo, la gente no cree que haya un peligro latente, como el que ve cristalino en el terrorismo árabe. No es de extrañar que no se hable de Breivik como el fanático que es, sino como un demente. Dice en su columna Ramón Lobo: “si es árabe es un fanático, si es blanco es un loco”.

Es cierto, que la denuncia social contra este individuo es firme, pero da la impresión de que se le considera un caso aislado. Un tipo con ideas neonazis que perdió la cabeza, pero no una célula terrorista que pueda hacer peligrar la estabilidad de Europa. Lo cierto es que ese caso aislado sí que ha puesto en jaque durante unas horas a una ciudad entera. Qué mejor oportunidad para sentarse a reflexionar sobre las políticas intolerantes y su impacto social.

Es muy duro extraer aspectos positivos de una tragedia como ésta. Sin embargo, este evento restará mucha fuerza a la extrema derecha. Creo que pocos de los militantes de esta ideología serían capaces de sentirse orgullosos de Breivik (o por lo menos de admitirlo abiertamente), pero si es así, hoy sólo pueden agachar la cabeza, pues nadie con cierto indicio de ética querrá escucharlos o seguirlos.

 R.III

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Acerca de Ramón Ortega (tres)

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3 respuesta a «No dejemos que ni la crisis ni la intolerancia pierdan a Europa»

  • ana

    no es un caso aislado, es el caso extremo del auge de las ideas xenófobas y de los nacionalismos excluyentes de extrema derecha que, debido en gran parte al fracaso de los políticos europeos que han dejado de lado la lucha para conseguir los ideales de la declaración de los derechos humanos,en europa se están extendiendo como la pólvora.

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  • Ramón Ortega H.

    Es cierto los medios llaman a este acto espantoso con nombres diferentes, casi no se menciona la famosa palabra»terrorista»! Y este sujeto de la más baja ralea mató sin recato a más de cien de sus compatriotas y casi tira los edificios del gobierno noruego! Realizando uno de los peores actos terroristas de los últimos tiempos. Hay que llamarlo ahora tambien con ese calificativo.
    Sólo así sé reconocerá que las ideologías extremistas políticas y/o religiosas hacen tanto daño por igual, no importa si son de derechas o izquierdas.

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