Activa el vídeo antes de comenzar a leer…
Una de las cosas que más detesto de mi actual trabajo es la imposibilidad de escuchar música. No tenemos radio y uno no puede usar audífonos, pues debemos estar “dispuestos” para atender a los alumnos. Y así me pasan los días, no hundido en un mutismo departamental —ya quisiera-, sino soportando estentóreos timbrazos de teléfonos, cuchicheos, quejas, malas contestaciones y muchas otras dulzuras que rodean mi entorno.
Pero hoy decidí rebelarme. Enchufé en la computadora un extremo de ese mágico cable y el otro lado lo dirigí a mis oídos. De pronto estalló la felicidad. No quise programar una lista de canciones; dejé que fuera Radio 3 quien sugiriera cómo alegrar mi mañana. ¡Vaya que lo consiguió! El día se hizo más corto y llevadero, la sonrisa se dibujó en mi rostro, fui más productivo y hasta descubrí el lado simpático de mis compañeros.
Quizá algunos pensarán que exagero, pero eso es sólo porque sus días estarán acompañados de coloridos acordes. Hagan el experimento: trabajen sin la compañía musical y comprobarán que el mundo se hace un poco más gris.
Esta envolvente sociedad que nos dicta un ritmo plagado de obligaciones y responsabilidades; la cotidianidad que te lleva a la terrible pregunta ¿qué estoy haciendo con mi existencia?; esta carga de continuar adelante con o sin ganas; la monotonía que comienza a configurar tu imagen; y la vida, para encerrarlo todo en un concepto, que ya te ofrece suficientes dificultades como para que no podamos hacer de ella algo más soportable con un puñado de notas y armonía; notas que si bien no den sentido a este continuo devenir, por lo menos nos brinden catárticos instantes de complacencia.
Porque es complacencia lo que se siente cuando uno escucha a Arcade Fire mientras mete cursos y nombres en esa estúpida base de datos. Porque por tu piel pasa un electrizante escalofrío que te recorre los brazos, la espalda y, a través de tus nervios, llega a ese punto cerebral que produce placer y alegría. Porque de pronto parece que los problemas se han desvanecido y, aunque eso no haga existir a Dios, sí que simula un orden universal. Porque el paroxismo toca a tu puerta con la intención de embriagarte. Porque tu entorno de pronto resplandece compaginándose en equilibrio contigo mismo. Porque ya no te importa estar donde estás y comprendes que eres el único capaz de cambiar tu realidad.
¡Cómo un simplísimo detalle puede ayudarnos a seguir tirando! Gracias música (y Arcade Fire), hoy has enriquecido mi vida.
R.III
17/07/11 at 21:04
Me parece un atentado contra la humanidad el no poder escuchar música. La música hace la vida más llevadera, cambia el estado de ánimo, acaricia tu alma pues. Como la luz y la obscuridad, la música y el silencio, ambos indispensables.
Si por escuchar música iniciara una revuelta, saldría del protocolo y el reglamento, me rebelaría.
Me gustaMe gusta
8/01/12 at 21:04
[…] Probablemente el mejor ejemplo de cómo la música, acompañada de las escrituras me han salvado muchas veces de variados desordenes mentales: La música ilumina tu mundo […]
Me gustaMe gusta
7/11/15 at 12:57
[…] Si te ha gustado esta entrada no dejes de visitar La música ilumina tu mundo […]
Me gustaMe gusta
3/08/17 at 01:01
[…] Si te ha gustado esta entrada no dejes de visitar: La música ilumina tu mundo […]
Me gustaMe gusta
25/04/18 at 20:49
[…] (2007), The Suburbs (2010), Reflektor (2013), Everything Now (2017). Esta agrupación canadiense iluminó mi mundo y algunos de mis días más oscuros hasta ganarse el título de mi banda favorita. Los contemplé a […]
Me gustaMe gusta