>Soledades

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Fue hace como diez años cuando mi padre decidió irse a probar suerte a Puerto Vallarta (en ese entonces toda la familia vivía en la ciudad de México). Poco después lo seguirían mi madre y mi hermano quienes por un tiempo encontraron, también, residencia en esta paradisíaca ciudad. Yo, que ya había empezado a estudiar la universidad, me quedé en el D.F. viviendo en la casa de Echegaray (nombre que doy a lo que siempre será mi hogar familiar). Fue así como a mis 18 años empecé a vivir solo. Una etapa que, no cabe duda, tuvo muchas comodidades; pues aunque era dueño y responsable de mi tiempo, contaba con una vivienda mucho mayor a mis necesidades y todo lo necesario para mi manutención. Mis únicos deberes en aquel entonces se centraban en la vida académica, mi trabajo como becario, algunas actividades extraescolares, tareas, etc.

Muy pronto me acostumbré a un sentimiento nunca antes experimentado por mí: La soledad. El silencio que había en casa cuando llegaba de la universidad permanecía pese a que encendiera la televisión, la radio o el microondas; persistía pese al crujir del tocino frito en el sartén, al ruido de platos y cubiertos o al timbre del teléfono. Un eco mudo, pero perenne. De esta forma la casa de Echegaray pronto se convertiría en mi refugio.

Recuerdo largos domingos protegido de todo contacto exterior en los que pasaba las horas leyendo. Grandes clásicos pasaron por mis manos en aquellos tiempos de soledad. Lo que para algunos resulta ser una especie de insoportable levedad del ser, para mí se presentaba como mi reino, mi paraíso, mi lugar común.

Hoy, domingo – que en realidad es un sábado que me empecino en disfrazar de séptimo día -, 10 años después del dilatado instante apresado por los recuerdos que acabo de relatar, los azares del destino me han permitido volver a encontrarme solo. Mi vida ha cambiado tanto en el transcurso de este tiempo, que apenas recuerdo la última vez en la que estuve solo en esta mi nueva vida. Tanto he olvidado el sabor de la soledad que hubo un momento en el que casi intento huir de ella. Presa de una especie de ansiedad pensé en llamar a algún amigo, salir a dar un paseo, meterme en un bar o dar un paseo en el autobús. Una fuerza se quiso apoderar de mí para unirme con otros semejantes; para alejarme del estentóreo silencio.

Afortunadamente he podido resistir y aunque al principio me ha parecido un tanto incómodo, ahora me reencuentro conmigo mismo y puedo decir que:

. . . Estoy en paz.

Acerca de Ramón Ortega (tres)

Ramón Ortega III https://unviajepersonal.wordpress.com/acerca-de-mi/ Ver todas las entradas de Ramón Ortega (tres)

7 respuesta a «>Soledades»

  • santa*en*remera

    >es muy interesante lo que escribiste …hay que saber convivir con la soledad y llevarse bien con ella; sino terminamos cayendo en su abismo y ahi se nos hace dificil salir.saludos

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  • Virgilio Sofistófeles

    >Aló, ¡qué cosas! Buenas tardes le dé dios, señorita. Yo también extraño muchísimo aquellas tardes en Echegaray, querido Ramón.

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  • Joselito

    >Mi estimadísimo amigo (a pocas, muy pocas personas les he dado ese «hipocorístico» nombre):En verdad fue emocionante la primera vez que entré a tu blog; tu creación literaria es sencillamente fascinante. Desde la subjetividad, ningún autor me ha «sumergido» tanto en el sentimiento del personaje (ni siquiera Auster o Baricco); el «sentir» lo que «siente» el protagonista de tus escritos es alucinante (y, porqué negarlo, frustrante también para mí como escritor). Desde la objetividad, una prosa sencilla, clara y directa como la que manejas tú es el mejor vehículo para la comunicación y comprensión de tus ideas.Espero pronto formes tu escuela de escritores; yo seré el primero en aplicar.Un abrazo

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  • Ramón III

    >Estimados amigos. Muchas gracias por los comentarios. La verdad es que creo que te has pasado mucho mi buen Joselito, pero gracias!Un abrazo!

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  • Smartphone

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  • Anonymous

    >Es afortunado poder elegir la soledad, no todos tienen ese privilegio.

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  • Anónimo

    Cada vez que regreso a PV y dejo Echegaray temprano por la mañana, la casa oscura y callada…siento lo mismo! Un abrazo!

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